La ansiedad no es solo una emoción pasajera; para quienes la padecen, es una experiencia profunda y abrumadora que afecta mente y cuerpo.
Se acompaña de sensaciones físicas en las que la persona puede sentir su cuerpo rígido, con una presión constante en los hombros, cuello o mandíbula.
Esta tensión puede ser tan persistente que a menudo pasa desapercibida hasta que el dolor o el cansancio se vuelven insoportables. En ocasiones el corazón late rápido, incluso cuando no hay una amenaza evidente. A menudo, se acompaña de una sensación de opresión en el pecho, similar a la que se experimenta en momentos de miedo extremo.
Algunas personas describen la sensación de que les falta el aire, como si no pudieran llenar completamente los pulmones. Esto puede intensificar la sensación de angustia. A pesar de no realizar actividad física intensa, el cuerpo se siente agotado. Esto es el resultado del esfuerzo que supone mantenerse en un estado de alerta constante.
Además de suele acompañar de pensamientos repetitivos. Una persona ansiosa nunca parece “apagar”. Los pensamientos giran en torno a lo que puede salir mal, desde problemas triviales hasta catástrofes improbables.
Estas preocupaciones interfieren en la capacidad de enfocarse en tareas. Es como si el cerebro estuviera “atascado” en un bucle de pensamientos repetitivos y difíciles de controlar. A menudo, la persona siente que no tiene poder sobre sus pensamientos o reacciones, lo que genera frustración e impotencia.
La ansiedad dispara pensamientos sobre un futuro lleno de incertidumbre y peligro. Esta percepción alimenta una constante necesidad de anticiparse y “estar preparado”, aunque la situación no lo requiera.
Las sensaciones emocionales que acompañan en cuadros ansiedad de forma más frecuente son, la inquietud y agitación: “algo malo está por pasar” la irritabilidad: reaccionando de manera desproporcionada ante situaciones cotidianas sensación de soledad: la persona se siente incomprendida, como si nadie pudiera entender la magnitud de lo que vive internamente. Esto puede llevar a cierto aislamiento social.
Todo ello se puede acompañar de sensaciones de vergüenza y culpa ante la dificultad para controlar su ansiedad, lo que incrementa su malestar emocional.
La ansiedad no solo se siente en momentos específicos; a menudo, las personas ansiosas describen la sensación de que “es como si la ansiedad estuviera siempre presente, incluso cuando no debería estarlo”. Es agotador, tanto física como mentalmente, y puede interferir con la capacidad de disfrutar de la vida.
Entender cómo se siente una persona ansiosa es el primer paso para ofrecer empatía y apoyo. Reconocer su lucha interna, aunque no siempre sea visible, puede marcar una gran diferencia en su proceso de recuperación.
Es más común de lo que parece: “Millones de personas en el mundo experimentan ansiedad, pero también millones han encontrado formas de recuperarse con ayuda profesional”.
Hablar con un profesional de la salud mental es el primer paso hacia el alivio. La ansiedad puede ser desafiante, pero con el tratamiento adecuado, se puede mejorar la calidad de vida de la persona.
En el momento actual existen tratamientos efectivos disponibles que pueden ayudar a manejar el estrés diario, reducir la ansiedad, manejar pensamientos anticipatorios, y ayudar a la persona a recuperar su confianza y tranquilidad. Con el tratamiento adecuado, es posible disfrutar de las cosas.